Controlar la presión sanguínea podría ser la mejor protección contra la demencia
La evidencia es suficientemente fuerte como para que el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos empiece pronto a enrolar a miles de pacientes de hipertensión en un estudio numeroso para determinar si un tratamiento enérgico (reducir más la presión sanguínea de lo que se recomienda actualmente) protege mejor no sólo el corazón sino el cerebro.
"Si uno busca factores que podamos prevenir, que conduzcan a una declinación cognitiva en los ancianos, la hipertensión está al tope de la lista", dijo el doctor Walter Koroshetz, subdirector de Trastornos Neurológicos e Hipoplejía en el Instituto Nacional de Salud.
La edad es el principal factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia que afectan a una de cada ocho personas de 65 años o más.
Vinculación de demencia e hipertensión
Desde hace tiempo los científicos habían notado que algunos de los desencadenantes de la enfermedad cardíaca (presión alta, obesidad, diabetes) parecen aumentar también el riesgo de demencia, pero durante años, pensaron que esa vinculación se daba con la "demencia vascular", problemas de memoria habitualmente asociados a ataques menores y no a la clásica enfermedad de Alzheimer.
Ahora los especialistas se dan cuenta de que muchos, si no todos, los pacientes tienen una mezcla de esas dos variantes de demencia. De algún modo, factores como la hipertensión (registros de presión sanguínea de 140 sobre 90 o más) que debilitan las arterias también parecen impulsar los procesos de la enfermedad.
Un factor sospechoso son las cicatrices conocidas como lesiones de la materia blanca. La materia blanca actúa como la red telefónica del cerebro, un sistema de axones, o fibras nerviosas, que permiten la intercomunicación entre las células. Aun un ligero aumento en la presión sanguínea puede dañar los diminutos vasos sanguíneos que nutren la materia blanca, interrumpiendo dichas señales.
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