Una investigación analizó los factores de riesgo de esta enfermedad en mujeres jóvenes y concluye que las pruebas para evaluar ese riesgo y prevenir la enfermedad deben empezar a una edad más temprana
El estudio canadiense, publicado por The Lancet en Internet, recomienda sustituir a esas edades las mamografías por imágenes de resonancia magnética (IRM), que permiten medir la concentración de agua en la mama de la joven de forma parecida a los rayos X, pero sin la radiación ionizante.
Según los autores, su investigación demuestra que la composición del tejido de la mama en las mujeres jóvenes puede estar relacionado con el riesgo de padecer cáncer a mediana edad o más adelante.
La cantidad de tejido mamario denso, que suele calcularse con las mamografías y se describe como densidad mamográfica (DM), varía mucho en la población femenina, apuntan.
Se sabe que, en las mujeres maduras, la densidad del tejido es un factor de riesgo importante para el desarrollo de la enfermedad, y que el peligro aumenta según se incrementa la densidad.
Sin embargo, observan los expertos, no se sabe mucho sobre el desarrollo de la DM en las mujeres jóvenes, y cómo este dato está relacionada con su altura, peso, edad y con la densidad mamográfica de sus madres.
El estudio
Para su investigación, Norman Boy, del Campbell Family Institute for Breast Cancer Research, y Mike Bronskill, del Sunnybrook Health Science Centre, ambos en Toronto (Canadá), hicieron un seguimiento a 400 mujeres de entre 15 y 39 años y a sus madres.
En lugar de medir la DM con mamografías, se utilizó IRM para ver la concentración de agua en las mamas de las jóvenes.
Se les hicieron análisis de sangre en los 10 primeros días de su ciclo menstrual; las madres se sometieron a mamografías y una muestra arbitraria de 100 se hizo también un escáner.
Los investigadores comprobaron que, en las madres, el porcentaje de agua en las mamas detectado con las resonancias estaba fuertemente ligado a la densidad medida por la mamografía.
El porcentaje de agua en los pechos de las jóvenes (una media del 45%) era significativamente más alto que en las madres (un 28%), y disminuía según aumentaba su edad y su peso, al tiempo que aumentaba a mayor altura.
Los autores apuntan que el peso, la altura y la densidad mamográfica de la madre son conocidos factores de riesgo para el cáncer de mama.
También señalan que, según el modelo matemático de Pike sobre la incidencia del cáncer de mama, los pechos son más susceptibles a carcinógenos a edades tempranas.
Esto está también apoyado por lo sucedido en la segunda Guerra Mundial, cuando se comprobó que las japonesas de 20 años o menos que fueron expuestas a radiación de la bomba atómica tenían más riesgo de padecer cáncer de mama a edad más avanzada.
Los resultados
El estudio presentado demuestra que la variación del porcentaje de concentración de agua es mayor en las chicas de entre 15 y 19 años que en las de 20 a 30, y disminuye con la edad.
Los autores apuntan que "un alto grado de densidad mamográfica en la mediana edad, cuando es un fuerte factor de riesgo para el cáncer de mama, puede surgir del grupo de población que tiene mayor cantidad de tejido fibro-glandular en la juventud, cuando hay más susceptibilidad a carcinógenos potenciales".
Por tanto, los expertos concluyen que "las medidas destinadas a prevenir el cáncer de mama podrían ser más efectivas si se empiezan en la juventud, más que en la edad adulta".
Los expertos también hallaron una relación entre más concentración de la hormona sanguínea del crecimiento (que regula el crecimiento general, además del de los senos) y un mayor porcentaje de agua en la mama, lo que sugiere que las mujeres altas podrían constituir un grupo de mayor riesgo.
Los autores concluyen su artículo afirmando que identificar los factores medioambientales y genéticos que influyen en la composición del tejido puede servir para desarrollar métodos de prevención eficaces y seguros.
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