Una serie de unidades móviles realizan exámenes a las personas para saber en pocos minutos si han contraído el virus A(H1N1)
En una compacta unidad móvil de salud a la sombra del Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, el pequeño Gabriel llora cuando el médico le realiza una prueba rápida para detectar si está contagiado de la gripe que aterroriza al mundo.
El doctor introduce en la nariz del niño de año y medio un bastoncillo de algodón humedecido con alcohol y toma una muestra de sus mocos. Ahora debe introducirlo en un recipiente de agua impregnada con un reactivo y el color resolverá el enigma.
Ante la interrogante mirada de la madre del niño, Violeta, el médico realiza los pasos para conocer si el pequeño está afectado por el virus de la gripe y, si es así, saber por cuál exactamente.
Tomará 10 minutos saberlo.
Gran demanda
Fuera, decenas de personas hacen cola para ser examinadas por los médicos de esta Caravana de Salud, una de las muchas instaladas por el Gobierno en todo el país. Sólo en el Distrito Federal hay 115.
"Cada día atendemos en promedio a unas 150 personas", dijo María del Carmen Medina, una de las especialistas en enfermería que atiende el puesto de salud.
"La gente viene preocupada, yo creo que todos estamos asustados, algunos vienen a informarse, otros con sintomatología (de gripe), a estos se les pasa con el médico", añade.
Los pacientes deben llenar un cuestionario en el cual marcan en una lista los síntomas que padecen: tos, dolor muscular, dolor de cabeza, fiebre, flujo nasal e irritación ocular.
Si después de dejar el bolígrafo hay tres o más casillas con una X, existen motivos para preocuparse: el paciente debería de hacerse una prueba para ver si está infectado por el virus.
Afectación general
De la gripe AH1N1 puede decirse que en la capital mexicana no ha contagiado sólo a los humanos. Como por orden expresa del más severo de los doctores, escuelas, cines, teatros y restaurantes guardan reposo obligado en lo que la situación se normaliza. Incluso el aeropuerto le pone el termómetro a los viajeros, a través de arcos medidores de calor.
"En la calle sólo quedan los indispensables (quienes no han parado actividades) o los que no quieren creer", opina Erick al volante de su taxi, ataviado con la pertinente mascarilla azul que las autoridades de la urbe han decretado para taxistas y conductores de transporte público.
Ayer, en todo el día, hizo 200 pesos (unos 14 dólares y medio). "Ni para la gasolina" lamenta, y augura que el paro de la economía no podrá extenderse mucho.
Las ayudas oficiales a quienes deban parar actividades no alcanzan ni para unos tamales. "¿Con qué nos los bajamos? ¿Con agua?", bromea.
"La verdad es que nos han afectado mucho con esto, vendemos 'hot dogs', hamburguesas y refrescos, pero ahorita lo que estamos vendiendo nada más es sólo refresco, no podemos vender comida", apunta en su puesto callejero Francisco Varela.
"Según dicen será unos días nada más, pero a ver cuándo nos dejan volver a venderla", añade, sin saber muy bien qué pensar respecto a las medidas de prevención adoptadas y a las explicaciones oficiales sobre el brote epidémico.
El fin de semana clave
La metrópoli lucirá semidesierta, como en Semana Santa y Navidad, lejos del cotidiano ajetreo de vehículos, puestos callejeros y el alboroto general.
"Parece domingo", apuntaba el miércoles Carlos, portero de un edificio. Ni un alma se movía en el calor de la sobremesa. El Distrito Federal parecía, en lugar de una metrópoli de casi 19 millones de habitantes, un "pueblo bicicletero", como se tilda a los asentamientos más pequeños.
Terminó la espera
Junto al Palacio de Bellas Artes finaliza la espera. Ya están los resultados de la prueba. Gabriel, un pequeño de tez morena y pelo chino (como le dicen en México al rizado), continúa tumbado en la camilla, casi ajeno a todo el movimiento que ha despertado. El médico examina la muestra. Negativa. Lo que deja escapar un suspiro de alivio.
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