lunes, 27 de junio de 2011

Recuerdos médicos imborrables

EL HERALDO


Pachuca, Hidalgo.- María del Rosario Rosales Vázquez se especializa en cirugía general, un área de hombres.

Por años se estigmatizó a las mujeres, pero no hizo caso.

La doctora platica que el gusto por esta especialidad fue elegida durante la práctica profesional, porque de médico general, su inclinación era la ginecología (su correo electrónico empieza con la palabra placenta, quizá para recordar su añeja preferencia), no obstante, el destino la unió a su segundo amor: la cirugía general, porque el primero, sin lugar a dudas, es su hija Carolina, quien es el motor de su vida.

Rosales Vázquez labora en el Hospital Ilusión de Tlanchinol. Allí realiza cirugía obstétrica y ginecológica.

Recorre 200 kilómetros desde la Bella Airosa hasta ese municipio. En ocasiones, para llegar al sitio, lucha con las inclemencias del tiempo.

Ejemplifica con la neblina, que a veces impide ver más a allá de unos centímetros. Revela que un día contó más de 150 curvas, pero no pudo aumentar en la cifra, ya que la neblina se lo impidió.

Cada ocho días la doctora recorre esa distancia.

Mientras tanto, entre semana, lo hace para Zacualtipán, porque trabaja en el Hospital Regional Número 22 del Instituto Mexicano del Seguro Social, régimen Oportunidades, donde es coordinadora de Enseñanza, Consulta Externa y Auxiliares del Diagnóstico.

A la par es educadora de nuevos recursos profesionales de la salud.

Con una gran sonrisa confiesa que le encanta, pues opera a diario. No le importa la carga de trabajo, porque la disfruta... ama lo que hace y a sus pacientes.

Enfatiza que no sería feliz si estuviera en un hospital de alta tecnología. Explica:

"Laborar con menos recursos obliga a centrar su atención en el tratamiento, esforzándose a dar ese extra".

En apariencia se observa a una mujer cálida, frágil, muy femenina, pero al conocer de su trayectoria, resalta a la luz que es una profesionista fuerte, con carácter, responsable, identificada con la disciplina adquirida en el seno de su hogar.

Comparte: Sus padres son su máximo orgullo. Su papá, un ex obrero de Diesel Nacional, y su madre, una ama de casa, dieron carrera profesional a cinco hijos: un arquitecto, un ingeniero civil, una licenciada en administración, una informática y una cirujana.

"Hicieron mucho esfuerzo. Nunca faltaron vacaciones, ni juguetes, ni Día de Reyes".

CRUZ ROJA

La preparación de esta especialista fue en un hospital de sangre, en la Cruz Roja de Polanco Guillermo Barroso Corichi, la central de dicha institución, donde el ir y venir de las sirenas no para, por ser un nosocomio de concentración.

Siempre se atiende a pacientes traumatizados, politraumatizados, con lesiones causadas por herida de armas de fuego, punzocortantes, quemados, heridos en accidente, fracturas en diversas partes del cuerpo.

En aquellos años, en los noventa, era inexistente la especialidad de ginecología, traumatología ortopedia, terapia intensiva, cirugía general, cirugía plástica y/o reconstructiva.

El hospital es considerado como uno de los mejores en Latinoamericana, debido a la atención, quizá no por la infraestructura, sino por los eventos quirúrgicos que ahí se realizaban.

Cirugías que deberían ser con quirófanos equipados con alta tecnología, los hacían con la infraestructura a la mano.

Revive una escena de tantas: En el área de choque llegaron hacer toracotomías, porque la urgencia lo requería, así como cirugías a corazón abierto sin bomba extracorpórea.

Incluso, menciona, una vez vino Keneth Mathox, cirujano de trauma, de la Universidad de Maryland, Estados Unidos, y célebre por ser el autor de libro Trauma. Cuando observó cómo se laboraba en la Cruz Roja, se sorprendió, era increíble que se trabajara casi rudimentariamente, aún así los pacientes sanaban de forma extraordinaria.

Aquí los residentes jugaban el papel vital en la atención del paciente, un adscrito por ocho residentes, eran pocos los maestros, pero los formaron en un marco de disciplina, responsabilidad y ética.

LA HORA DORADA

En esta emblemática institución, 60 minutos eran vitales. La denominaron "la hora dorada del paciente politraumatizado"; este tiempo es el vital para recuperar la salud o perder la vida.

En su rosto refleja la adrenalina cuando recuerda que en 1995, en una guardia, en el transcurso de la madrugada, ingresó un paciente masculino, de 28 años. La central de radio recibió una llamada de auxilio, a ella le avisaron la llegada del Código Tres (paciente en paro). La energía empezó a subir. A ella, con grado de R4, le tocó asumir la responsabilidad de iniciar el proceso de salvación.

Claramente, revela, rememora la voz de angustia, pánico, con diálogo congruente y coherente. El joven paciente refería que en la calle de Mazarik lo asaltaron, que tenía familia, que no quería morir.

Sin perder la calma, la doctora Rosales Vázquez inició la atención en el área de choque con el incremento del riesgo de una septicemia generalizada y de oclusión intestinal por adherencia.

Le extirparon el riñón izquierdo, el bazo y le repararon el intestino, teniendo una estancia de un mes en terapia intensiva y otro más en hospitalización. Egresó con 15 kilos menos.

Afortunadamente, salvó lo más preciado: la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario