Un grupo de expertos en nutrición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendará a los Gobiernos que impulsen políticas para que se complementen con hierro ciertos alimentos de consumo local para luchar contra la desnutrición y la anemia.
Plantearán asimismo que se complementen alimentos con ácido fólico en beneficio de las mujeres embarazadas, según explicó el director de Nutrición de la OMS, Franceso Branca.
Expertos en nutrición de unos 60 países se reúnen esta semana en Ginebra para elaborar una lista de recomendaciones a los países, que también incluirán añadir micronutrientes en polvo a los alimentos destinados a niños.
Esas medidas, dijo Branca, requerirán políticas claras por parte de los gobiernos, que deberán decidir si optan por disposiciones voluntarias o que realmente obliguen a la industria alimentaria a aplicar las recomendaciones de la OMS.
"El sector privado tiene una responsabilidad importante en la aplicación de las recomendaciones y debe estar comprometido a producir alimentos en buenas condiciones en términos de su contenido en sal, azúcar y grasas", explicó el representante de la organización sanitaria.
Entre las acciones concretas que la OMS pide a los productores de comidas industriales figura la de retirar las grasas hidrogenadass, así como volver a enriquecer los alimentos con las vitaminas y minerales que se pierden en el proceso de refinamiento.
Mencionó igualmente la necesidad de regular la publicidad de alimentos para niños, así como de leche de fórmula para bebés.
Branca comentó que los fabricantes de esa leche, particularmente en los países en desarrollo, están volviendo a promoverla de manera muy agresiva, desalentando así la lactancia materna, a pesar de sus múltiples beneficios comprobados para la salud y el desarrollo del bebé.
La tasa de lactancia materna a nivel mundial (con grandes diferencias entre países) ha descendido, dijo, al 35 %, tres menos por ciento menos que hace 10 años, y que la tendencia va en esa dirección.
Unos 13 millones de bebés nacen cada año con bajo peso (menos de 2.5 kilos) y, por tanto, la probabilidad de que mueran durante la infancia, que sufran retraso en su crecimiento o discapacidades cognitivas es mayor frente a los niños que nacen con un peso considerado normal.
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